El tatuaje

     Estábamos en Luxor y al día siguiente partíamos en autobús hacia Hurghada para pasar tres días en el mar rojo en espera de visitar El Cairo.

     Mi mujer se había tatuado una mano con henna en un establecimiento junto al hotel (tuvo que estar todo el día con cuidado de no tocar nada en espera de que secase) y luego estuvimos recorriendo la ladera del río viendo comercios junto a una pareja de asturianos que nos acompañaron todo el viaje. Terminamos en una gran plataforma de madera decorada plantada en el Nilo con mesitas y sillas, propiedad del hotel, tomando una copa y como a la una y media volvimos a la habitación a toda prisa.

      Cuando desperté al día siguiente se me cayo el mundo encima. La cama, mi espalda y la cara de mi mujer aparecía con líneas negras entrecruzadas de henna pintada y mi primer pensamiento fue hacer las maletas y marchar a España a toda prisa porque con la cara así mi mujer no iba a salir a la calle. Había olvidado lavarse las manos y quitarse los restos del tatuaje.

     Afortunadamente las manchas salieron frotando un poco y pudimos continuar el viaje sin contratiempos.

     Ascensor del hotel de Luxor donde dejamos una sabana toda perdida de henna.