Una visita relámpago a esta bonita y fría ciudad castellana desde Madrid en un lluvioso día. Solo supone un viaje en tren en poco menos de 2 horas. Y ahora con el AVE mucho menos.

desde el tren camino de Segovia

la llegada a la estación

 

Distintas vistas del acueducto que forma una de las entradas principales de la ciudad y un pequeño monumento donado al parecer por la ciudad de Roma.

 

     Distintos edificios y monumentos de camino a la catedral.

     El día no permitía hacer muchas piruetas con la cámara de modo que algunas imágenes están posteriormente reprocesadas para hacerlas mínimamente visibles. El toque antiguo de la foto superior es una acción predeterminada del photoshop llamada draganizado (en honor a un fotógrafo llamado Dragan) que envejece las imágenes y las satura de contraste. Suele usarse en retratos pero también puede dar juego en edificios y monumentos.

 

     La catedral, majestuosa, llena de pináculos y recovecos.

     Como casi siempre, la entrada advertía de la prohibición de fotografías adueñándose de un patrimonio que ni es suyo ni se merecen y como casi siempre, se exhibían cientos de postales a la venta. Pero esta vez sí pude robar imágenes del interior. Sus vidrieras, columnas, pórticos y sagrarios, sus colecciones enmarcadas, sus cuadros, quedan de este modo expuestos para que sirvan de deleite a todo el mundo. Se muestra lo que debe ser mostrado.

 

     Y de postre, el Alcázar. Una construcción soberbia encaramada en un extremo de la ciudad. Desde arriba puede verse, hacia fuera, un panorama magnifico de la meseta castellana y, desde dentro, un catalogo amplio de armaduras, cañones y útiles de guerra

 

     Camino del Alcázar no faltaban los tenderetes turísticos, algunos muy curiosos con su toque religioso.

     Y no podía faltar ese almuerzo en su restaurante rustico, simulando una catacumba medieval, con su buen vino de la tierra y sus buenos judiones para poner una guinda al pastel de esta ciudad castellana.

 

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