AREQUIPA
     Llegamos sobre las 9 a la ciudad de Arequipa tras más de 10 horas de autobús nocturno y nos dirigimos directamente al hotel.

      El Terra viva Plaza es un hotel moderno con una pequeña recepción y unas habitaciones funcionales con cama cómoda y amplia. Lo mejor, aunque un poco desasistida, es una enorme terraza desde donde se tiene unas vistas magnificas a los tres volcanes que rodean a la ciudad, Misti, Chachani y Pichu Pichu. El volcán Misti es, quizás, el mas emblemático con su cumbre única nevada, puntiaguda y orgullosa. Como reza el eslogan que se puede ver en carteles de cada farola de la ciudad "Arequipa, No en vano se nace a los pies de un volcán"

      La habitación ya estaba lista y tras una ducha relajante y desperezante salimos a descubrir la ciudad ya que hasta la tarde no tendríamos el city-tour con la guía. Desayunamos en una terraza elevada en los pórticos de la plaza de armas aunque antes ya probamos un café en el mismo hotel, (casi todos los hoteles disponían de termos con café y agua caliente para preparar te de coca o infusiones varias).

 

     Después de eso comenzamos un reconocimiento de la ciudad por los alrededores de la plaza de armas admirando varios edificios regios con portales y ventanales llamativos. La mayoría de los edificios antiguos están ahora ocupados por bancos o embajadas o directamente casas regias que se pueden visitar pagando entrada.

 

     Una de ellas es la llamada Casa del Moral, muy adornada, con muebles de época o muestras de colecciones de billetes peruanos. En la foto de abajo, junto al ticket de entrada, puede verse la genealogía de los propietarios de la casa. Como no puede ser de otra forma, los últimos propietarios son Bancos.

     También llamaba la atención una colección de marcos de cuadros o pequeños espejos de los que se colocan como adorno en la entrada de la casa. Conserva un patio interior con paredes de un exagerado azul que brillaba con el sol de mediodía.

 

     Almorzamos en El Ekeko, un restaurante moderno situado en la primera planta de un centro comercial. Un buen bistec de alpaca y una ensalada contundente y alguna Cuzqueña a un precio no demasiado caro. Luego volvimos al hotel y subimos a la terraza desde donde se tenían unas vistas magníficas de los volcanes.

 

     Sobre las 4 comenzamos el city tour. A esa hora una gran procesión atravesaba la plaza de armas. Se celebraba Santa Rosa de Lima, patrona de la policía y todas las comisarías de la ciudad, cada una con su trono, estaban en la calle. Todos uniformados con sus trajes de gala.

 

     No estuvimos mucho tiempo en la procesión porque nuestro primer destino eran los miradores de las afueras de la ciudad.

     Primero llegamos al mirador de Carmen Alto con bonitas vistas de los volcanes, en especial del Misti, y de la propia ciudad.

 

     Luego le toco el turno al mirador de Yanahuara ubicado en la plaza del mismo nombre con unos vistosos arcos realizados con la piedra blanca de sillar (el mismo material de la catedral) que enmarcan las vistas de los volcanes.

     En un lateral de la plaza también se encuentra la parroquia gótica de Yanahuara que data del siglo XVIII.

 

     Continuamos visitando la Iglesia de la Compañía, un prodigio gótico del siglo XVI con un altar muy bello y varias capillas que no desmerecen.

     También son famosos los dos claustros del exterior, al menos uno de ellos, con finas columnas de piedra labrada.

 

     La guinda de la excursión era el convento de Santa Catalina. Nuestra intención era poder verlo de tarde y de noche, con luz diurna y con iluminación artificial, pero esperamos demasiado tiempo para entrar y cuando lo hicimos ya casi era de noche, además nuestra guía se despidió de forma prematura y nos dejo con una amiga que nos acompañó en la visita. Ciertamente las calles escasamente iluminadas y las estancias casi a oscuras desmerecen el lugar que seguramente será mas vistoso de día. De noche, la visita realmente no merece la pena. No estaríamos allí ni  40 minutos.

 

     Nos despedimos de la chica y volvimos a los alrededores de la plaza de armas, justo en la calle detrás de la catedral, en un pasaje peatonal muy concurrido por turistas con varios restaurantes y bares modernos.

     Ya de camino al hotel, cenamos en una sucursal de la sangucheria la lucha. Un par de bocadillos y cervezas.

 

     El día siguiente, festividad de Santa Rita, se celebraba en la catedral una misa de honor. Cuando pasamos por allí aun no había comenzado y parecía que todo estaba preparado para la entrada de las distintas autoridades. Sin embargo fuimos invitados a entrar en la iglesia por la entrada principal frente a toda la comitiva uniformada y alineada para pasar revista.

     La iglesia estaba a reventar y permanecimos un tiempo hasta que comenzaron los rezos.

 

     Luego fuimos al Museo de Santuarios andinos dedicado casi por completo a la momia Juanita. Se trata de la momia de una niña hallada por casualidad en perfecto estado de conservación después de su ceremonial muerte hace mas de 500 años. Su descubridor se llama Johan de ahí el nombre de Juanita. Este hombre se encontraba realizando un seguimiento del volcán activo Sabancaya (que días después veríamos de cerca) desde la vecina cumbre del Ampato cuando descubrieron la momia que se había desprendido de las faldas nevadas gracias al calor de las erupciones cercanas del volcán. Este hallazgo y algunos más en distintos lugares confirma la existencia de sacrificios ceremoniales en la antigua cultura inca. No permiten fotos en el museo de modo que me permito poner una imagen de la momia extraída de la web y el folleto que nos dieron.

 

     De allí quisimos visitar el museo municipal pero al ser fiesta estaba cerrado (claro, era municipal). De modo que se nos ocurrió dar un paseo sin prisas hasta el mismo barrio del día anterior, el de Yanahuara pero esta vez andando hacia el norte, al otro lado del río. Buscábamos un sitio especial, un restaurante llamado Nueva Palomino. Se trata de un restaurante típico, lo que aquí se llama picantería, de cocina peruana tradicional. Para ello atravesamos el río por un puente con bonitas vistas y rodeamos un parque, donde pastaban algunas alpacas, hasta una empinada cuesta en escalera que da al ansiado restaurante. En el camino nos paró una señora muy amable y con ganas de conversación que nos acompaño la subida. Llevaba toda su  vida en el barrio y le había visto cambiar mucho en los últimos tiempos. Isabel, que así se llamaba, afirmaba haber varios restaurantes mejores que La Nueva Palomino en el barrio, declarando que se había convertido en demasiado turístico.

 

     Comimos chicharrón de cerdo y liebre arrebozada. Un poco pasados de precio pero con raciones abundantes.

 

     Volvimos de nuevo a la plaza de armas ya vacía y, después de tomar café, seguimos paseando por los alrededores para encontrarnos con un mercadillo típico donde hicimos algunas compras. A esa hora las calles se llenan de taxis a la espera de trasladar paisanos, turistas y trabajadores de la zona céntrica al extrarradio de la ciudad.

 

      Cenamos en el restaurante de un hotel en los pórticos de la plaza y a dormir que al día siguiente llegaba el Colca. Dejamos la plaza de armas con los últimos preparativos para los festejos que se habían de celebrar los días siguientes.