EL CAIRO

     La inmensa metrópolis de mas de 10 millones de personas que es El Cairo está asentada en un gran valle a ambas orillas del Nilo, con un tráfico insufrible y ensordecedor, es la ciudad más poblada de oriente medio  y quizás la de mayor densidad habitacional del mundo.

 

  Nos alojamos en el Hotel Conrad, una mole de casi 30 pisos en el centro de la ciudad, a orillas del río y con unas vistas magníficas. Situado muy cerca del museo egipcio cuenta con unos desayunos apoteósicos.

    Desde este centro de operaciones planeamos el asalto a esta ciudad en sucesivas y cortas operaciones ya que El Cairo tiene mucho que ver y no es suficiente con sólo 3 días, o dos si cuentas que uno lo inviertes en visitar las pirámides cercanas.

   Vimos a saber, el museo egipcio, el barrio copto (el barrio cristiano), la mezquita de alabastro, el mercado Khan el Khalili, la ciudad de los muertos de paso, algo de El cairo de noche, algunos barrios comerciales en el centro y poco más. Pero dejamos de ver cientos de mezquitas más y eché en falta el embutirme en el bullicio diario de la ciudad, cosa que me hubiera gustado hacer. Además, no aprovechamos las comodidades del hotel como su agradable piscina por la tarde, cuando el sol se filtraba desde el río y se agradecía un momento de reposo en una de las hamacas.

   La primera noche en El Cairo, tras reunirnos con los demás, se nos ocurrió cenar en un restaurante típico que venía en casi todas las guías, se llamaba "felfela" y hasta allí nos fuimos todo el grupo en busca del ansiado restaurante. Como no podía ser menos nos perdimos y no se nos ocurrió otra cosa que preguntar a la gente. Las calles estaban atestadas y no faltaba quien nos indicara el lugar. El problema fue que "felfela" en egipcio significa "haba" y cada vez que preguntábamos nos indicaban un sitio distinto, justo donde cada uno comía habas, incluso nos llevaron a un burguer que se llamaba felfela. Al final llamamos al guía asignado en El Cairo, distinto al del barco, y muy amablemente nos acompañó, cenó con nosotros y luego nos llevó a un bar cercano a tomar el ultimo café. Este guía, como todos los egipcios, muy solícito, muy empalagoso y muy empeñado en "complacer" a todas los turistas, sobre todo si son mujeres. La cena en el "felfela", muy típica, muy egipcia, o sea muy rara, pero el sitio precioso.

   El segundo día, tras la visita a Giza y las pirámides nos apuntamos a una excursión facultativa llamada "la ciudad de noche" con cena incluida en un restaurante al borde del río. En resumidas cuentas, una vuelta en autobús por algunas zonas de la ciudad, una visita a un monumento donde yacen los restos del primer ministro aquel junto a una grada donde le mataron y luego una cena multitudinaria de todos los grupos de turistas y todos los guías. Nada especial pero, como nos pareció corta la cosa, le dijimos al guía que nos llevara al mercado donde nos enseñó los entresijos y rincones ocultos del "Khan el Khalili", sitios que habíamos pasado de largo Maribel y yo el día anterior, el auténtico mercado, las calles escondidas y el café de los espejos "el fishawi" donde nos quedamos hasta bien entrada la madrugada. Sólo por eso mereció la pena la visita.

   El día siguiente, el último, era nuestro todito entero así que nos programamos lo que nos quedaba por ver, el museo, el barrio copto y la gran mezquita de alabastro de Mohamed Alí.

   Pillamos un taxi hasta el barrio copto donde pude hacer unas bonitas fotos de la primera iglesia cristiana de la ciudad, luego visitamos una fortaleza utilizada como cuartel militar y por fin la mezquita de alabastro, una maravilla por dentro y con una impresionante vista de la ciudad frente a las canteras donde, supuestamente, salieron los bloques de piedra de las pirámides. En la visita a las mezquitas es donde únicamente prohíben entrar con las rodillas y los hombros descubiertos, de modo que en los demás sitios puedes llevar pantalones cortos o faldas y camisas de tirantes. Basta que las mujeres lleven una camiseta corriente y un pañuelo grande que, una vez fuera, puedan quitarse. 

   Pasamos el resto de la mañana en el museo, recorrimos todas sus salas con bastante prisa, sin detenernos demasiado en cada una de ellas porque nos quedaba mucho. Había que pagar por las cámaras fotográficas así que utilizamos sólo la convencional esperando hacer mejores fotos con un carrete supersensible de 400 asa. Las fotos salieron regular así que ni las enseño. Impresionante la sala del tesoro de Tutankamon, su máscara funeraria y sus joyas. Pasamos de la sala de las momias, carísima, y luego de un reconstituyente refresco en la cafetería del museo, un taxi nos llevó al gran bazar khan el khalili, con todos los sentidos alertas para hacer las mejores compras.

   El mercado es un laberinto de calles repletas de tiendas amontonadas donde, junto a multitud de recuerdos, puedes encontrar cosas antiguas, ropa, comida, tabaco y especias, perfumes y  grandes pañuelos, collares y colgantes de oro y plata y todo lo demás.

   El grueso de las compras de regalos lo hicimos en el famoso "jordi el catalán" (que tiene de catalán lo que yo de ruso), una tienda escondida y escasamente anunciada de la que nos habíamos informado el día anterior, regentada por un curioso personaje, enfrascado en una cruzada contra las agencias de viajes y los guías rastreros. Un lugar donde no se regatea pero que tiene los mejores precios aunque, eso si, escaso material. Por unos 150 euros nos llevamos varios papiros, varias cajas grandes de madera con incrustaciones de nácar, cuatro colgantes de oro y dos de plata, varios pisapapeles de figuras egipcias en piedra, cajitas de plata como pastilleros, anillos y docenas de pasalibros y escarabajos de piedra para regalar. Todo en dos bolsas de basura negras que trasladamos durante toda la tarde.

   En el Khalili el regateo es el rey, puedes sacar algunas cosas por la cuarta o quinta parte de lo que te piden en principio. Nunca pidas precio por el articulo que de verdad quieres, es decir, si muestras interés en una cosa, ésta automáticamente aumenta su precio. El truco está en preguntar por esa otra chilaba de al lado por la que no estas interesado o ese otro colgante que no te gusta que, seguramente, será mas barato que el que te interesa y luego de tener un precio de salida, pasar al articulo codiciado, partiendo del precio anterior.

   En Egipto ya casi no se utilizan dólares, el euro está bien afianzado para cambiarlo por libras egipcias. No cambies demasiado de una vez porque las libras que te quedes nadie te las volverá a cambiar a buen precio. Yo no vi demasiada diferencia en cambiar euros en el banco o con el mismo guía pero vigila bien los billetes (sólo utilizan viejísimos billetes), ya que uno de 50 piastras (media libra) se confunde con el billete de 20 libras, es decir, cuarenta veces más y estos egipcios, cuando pueden, te lo clavan. No es buena idea pagar sólo en euros porque el redondeo nunca es a tu favor.

    Los perfumes los venden en tiendas bastante especializadas al igual que las joyas de oro y plata pero no es raro encontrar tiendas tipo bazar que tienen de todo mezclado en sus escaparates. En la misma calle se dispersan tenderetes de camisetas y chilabas.

   Compra bien y mucho y disfruta del regateo pero no olvides las otras delicias que tiene el mercado como el sentarte en los cafés a leer un libro y tomarte un karkadé (infusión de unas flores secas rojas que se toma frío o caliente) o comerte un delicioso bocadillo de pan de pita relleno de esa carne colgada y especiada, de pollo o de cordero (kebab se llama, creo), en alguno de los bares que se encuentran en las calles principales. Déjate embriagar por la magia del país y dedica unos minutos a recordar lo que has visto en estos últimos días. Valdrá la pena.

Con las manos llenas de regalos ya era hora de despedirse del mercado, la ciudad y el país, así que pillamos un taxi con las pocas libras que nos quedaban y llegamos al hotel a hacer las maletas y dormir por última vez en Egipto.  

   Este último día se nos antojó cenar en la habitación, toda una odisea el pedir una cena completa por teléfono con mi escaso inglés pero todo salió bien y nada caro.

   Nos despedimos del grupo, intercambiamos direcciones y nos hicimos promesas mutuas de vernos en España. En cada viaje es eso lo que te llevas, cientos de recuerdos que alguna vez te pasan por el pensamiento y muchos amigos que no se olvidan. A todos ellos, a Piero y Sonia, a Mamen y Ana, a Olatz, Miriam y Gotzone, a Carlos y Amanda y otros de los que olvido su nombre,  muchas gracias por esos gratos momentos.

   Y a todos los que, con infinita paciencia, han visto esta página, les pido perdón por mi ortografía y mi exceso de adjetivos. Que Alá y los demás dioses os tengan en el recuerdo.

    salu2 y gracias.

                                                                                         © Antonio García Villalpando      

ir a inicio