EL BARCO

        

    El barco era magnífico, casi cuadrado, con 4 plantas y un solarium con piscina en la parte superior. Navegaba sólo por las noches y alguna tarde y cuando permanecía en el puerto se alineaba con otros navíos, así que para abordarlo teníamos que pasar por las recepciones de otros barcos de modo que pudimos comprobar las calidades de unos y otros. Por lo que yo vi le daría un notable.

   En la planta baja se encontraba la recepción y el bar discoteca. En la primera planta, la nuestra, estaba el comedor y aún había otra planta más arriba con camarotes y el acceso al solarium. Lo completaban una planta sótano, casi a ras de agua, con las habitaciones de la tripulación y algunos camarotes más. Estos últimos soportaban bastante el ruido del motor así que no son los mas recomendables, en general cuanto mas altos mejor. Un par de tiendas (joyería y recuerdos) completaban el navío.

   No tuve muy buena experiencia con las comidas. Los desayunos, en general estaban bien, muy completos, con bastante bollería, algunas tartas, yogurt y cereales en abundancia además de los correspondientes platos continentales (huevos, salchichas, etc) de los que no soy muy amigo por las mañanas. Pero en las comidas se abusaba del vegetal y del pescado y como siempre que voy de vacaciones me pilló la diarrea (de nuestro grupo solo se libraron dos, uno de ellos mi mujer). Es ése un inconveniente del que difícilmente podrás escapar, por mucho que bebas agua embotellada y bebidas sin hielo. Solo el calor y el cambio de clima o de hábitos puede producirla, aunque lo cierto es que suele ser bastante llevadera y se puede controlar con medicamentos. Yo pude comprobar que los dulces con frutos secos, que eran la mayoría, no me sentaban nada bien, pero me resistía a pasar de ellos.

   Las bebidas se pagaban aparte y resultaban bastante caras en el barco. Ni se te ocurra pedir un whisky porque te sacan los ojos. Mejor llévate, como hice yo, algunas botellas de España.

   Otro detalle que no me gustó fue que no pusieran café en el comedor tras el almuerzo y la cena, tenías que ir a la cafetería a pedirlo. Y en el comedor no había zona para fumadores.

   Los camarotes eran sencillos pero muy completos. Una cama enorme y confortable, un gran armario, un cuarto de baño pequeño pero completo, un aire acondicionado silencioso y efectivo y un gran ventanal desde donde divisar las magníficas vistas del río.

   Lo mejor, el solarium, lástima que se aproveche tan poco tiempo ya que la mayor parte del día estás visitando templos o demasiado cansado para subir y prefieres la soledad y, sobre todo, la frescura del camarote. Por la tarde y al anochecer es la hora ideal para permanecer en una hamaca a contemplar el río, dejarte mecer por el barco, leer o fotografiar las maravillas de la ribera.

 

 

 

 

 

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