SAKKARA Y GIZA

 

   Salimos del aeropuerto de Hurghada sobre las 5 de la mañana en dirección a El Cairo. Dejamos el grupo en el Hotel ya que ellos viajarían en autobús y no llegarían hasta bien entrada la tarde.

   Luego de los trámites maleteriles y de alojarnos en el hotel y viendo que tendríamos casi todo el día libre a la espera de nuestro grupo se nos ocurrió hacer una visita a un complejo no incluido en el viaje, sakkara. Tomamos un taxi en el mismo hotel (en realidad a una manzana del hotel, en plena calle, ya que nos dijeron que los taxis  proporcionados por el hotel serían mucho mas caros) y luego de pactar el precio quedamos en que nos llevara a Sakkara, a unos 30 kilometros y luego volver a El Cairo al gran bazar Khan el Khalili, auténtico "centro comercial" de la ciudad. La primera vuelta en taxi por El Cairo es para no olvidar, y eso que era temprano. Es como una marea de coches donde cada uno va por donde le dá la gana, filas de tres coches en calles de dos carriles, cientos de claxons sonando por todos sitios, peatones cruzando suicidamente y, de vez en cuando, algun carro tirado por burros siendo gritado por todos o alguna bicicleta con un crio descalzo portando una montaña de hogazas de pan en su cabeza. Eso es el tráfico de El Cairo, la universidad para el conductor y el peatón.

   Sakkara es tranquila. Como el templo de Isis en Assuan, Sakkara no está incluido en muchos catálogos de viajes y sólo se ofrece como visita opcional así que, casi siempre, esta desierta y es una delicia el poder hacerte una foto donde sólo salgas tú y la pirámide. Su monumento estrella es la pirámide escalonada, una superposición de seis edificaciones rectangulares (mastabas) precursora de las posteriores pirámides. Tambien hay un friso de pequeñas cobras de piedra semiderruido, y a lo lejos, en menfis, pueden distinguirse otras pirámides, entre ellas la truncada con su "error de cálculo".

  En Sakkara no falta quien, por una módica cantidad desinteresada, se te ofrecerá a enseñarte ese último rincón olvidado por todos donde yacen eternamente las ultimas voluntades del faraón "queseyopsis", como este amable lugareño de dentadura tan derruida como el entorno, que nos enseñó una piedra cuadrada y hueca donde, a través de un agujero, puede verse una pequeña esfinge, todo como muy montado para la ocasión. La cara que pone mi mujer no es del calor sino de aguantar la respiración. El buen hombre se enfadó porque le dimos pocas libras. La última foto la hice en la portada del complejo, tan solitaria como el resto.

   Pensábamos estar allí un par de horas pero con una tuvimos bastante así que cuando llegamos al coche encontramos al taxista durmiendo a pata suelta. Le despertamos y con una expresión como de ¡yá, que pronto¡ nos puso en camino hacia la ciudad. A la vuelta pudimos ver la zona agricola a cada lado del Nilo, las plantaciones de datileras junto a los polvorientos caminos y un verdor inusitado en contraste con el ocre del desierto pocos metros más allá.

   En un intento de condensar las visitas a los monumentos hago ahora un paréntesis en el tiempo para contar la visita a las piramides de Giza dejando para más tarde la ciudad, las mezquitas y el mercado.

    Giza era una pequeña poblacion que ha sido absorbida por la gran ciudad y que se halla al borde del desierto. Las grandes pirámides, aun siendo una maravilla, pierden parte de su encanto por la circunstancia de que, desde el principio, las estás viendo a lo lejos según te vas acercando. Pero esto no desmerece el espectáculo. Cuando el autobús te deja al borde de la primera de ellas, al verla casi deformada por la cercanía, uno piensa como es posible que una estructura tan simple sobrecoja tanto.

   Aún no eran las diez de la mañana y una suave y fresca brisa recorría el lugar. Hicimos varias paradas en sitios estratégicos y conforme avanzaba la mañana, el calor se hacía mas agobiante y las sombras de las pirámides desaparecían. El agua no debe olvidarse.

   Mi preferida es sin duda la de Kefrén, la que está enmedio, aún conserva parte del revestimiento en su cima y es la que parece más alta gracias a que está sobre una pequeña colina. Ese día era la única que podía visitarse por dentro, de modo que mientras mi mujer hacía cola y la visitaba (incluso se metió en el sarcófago), yo me dediqué la hora y media siguiente a recorrer los alrededores de la piramide haciendo varias fotos curiosas de todo el entorno. El guía nos contó el descubrimiento de una barcas en un lugar cercano y pude ver el auténtico atentado arquitectónico que supone construir junto a la pirámide un pabellón acristalado y modernista que acoje una de las barcas que no se deshicieron con el paso del tiempo.

    Más tarde fuimos a una colina cercana desde donde divisar el conjunto de las tres grandes, un sitio organizado con tiendas, alquiler de camellos y motocicletas y aparcamientos. Para hacer la típica foto de las tres pirámides alineadas tienes que adentrarte en el desierto bastantes metros. Nosotros nos conformamos con subirnos a un camello a hacernos la foto. Si te apetece hacerlo y te toca un animal obstinado ten muchísimo cuidado al bajar porque te puedes romper la cabeza al salir disparado hacia delante cuando el camello rinde las patas delanteras, a mí casi me pasa. De los precios por el camello, la visita a la piramide, etc... ni me acuerdo. No debía ser escandaloso porque si nó me acordaría.

    La última parada fué en la esfinge, impresionante y con muchas posibilidades fotográficas aunque esté destrozada. Dejamos el autobús en un aparcamiento bastante alejado de ella y recorrimos una gran avenida, justo la que tenía que recorrer el faraón embalsamado hacia su última morada. Para entonces todo estaba repleto de gente, el calor era sofocante y sólo tienes ganas de beber, fotografiar rápido y volver al salvador aire acondicionado del vehiculo. De vuelta al hotel el guía nos embaucó para pasar por una fábrica de papiros. Es una parada que se puede uno ahorrar porque los pergaminos, aunque preciosos, cuestan un ojo de la cara. Interesante la charla de su fabricación. 

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