9 de Septiembre último día
 
     Hoy desayunamos sin ninguna prisa. El buffet del desayuno es muy completo, el servicio, sin embargo, deja que desear. Muchas veces faltan cucharillas o servilletas y ,lo peor, no sabes donde buscarlas, porque, cuando no hay cucharillas, no las hay en ninguna mesa.

     Nos hemos quedado sin moneda egipcia de modo que lo primero a hacer es cambiar, y no mucho porque hoy es nuestro ultimo día en Egipto. El hotel dispone de un expendedor de cambio automático. El cambio no es nada favorable porque además el billete de menor valor de que dispone es de 10 LE y siempre redondea a su favor. Pero en esta ocasión y no sé porque, no funciona. Cambiamos calle arriba, por fortuna, en los alrededores de la plaza Talaat Harb hay varios establecimientos bancarios. 

 

     Un taxi nos deja en la entrada del Jalili por 25 LE y empezamos a bajar por la calle Moez, pero a esa hora de la mañana no hay casi nadie y casi todos los establecimientos están cerrados. Volvemos al jalili y nos tomamos un karkadé caliente, en un cutre bar, en una de las primeras entradas. Definitivamente, el bazar, la calle Moez y los alrededores están desiertos por la mañana. Ahora no hay casi turistas pero incluso cuando los había, casi todos pasan la mañana y buena parte de la tarde de excursión en las mezquitas, el barrio copto o las pirámides y no es hasta bien entrada la tarde cuando esto se anima.

 

     De todos modos, como los edificios siguen ahí, vamos calle arriba y abajo, sin rumbo fijo. Hay algunas tiendas muy curiosas. Con fachadas llenas de animales disecados o muñecos asomados a los balcones. Tomamos un café turco en lo que parece ser la cafetería de un hostal y cuando nos cansamos volvimos al bazar a por la tienda de Jordi el catalán. Allí compramos algunas baratijas para regalar: mecheros, bolsitos grabados, monederos, imanes, por valor de unos 20 €.

 

     Aunque no es el barrio tradicional, en las alturas pueden verse las atalayas que representan los palomares de la ciudad, una tradición muy arraigada entre los cairotas que tiene muy fervientes adeptos.

 

     Almorzamos en una pequeña pizzería al lado de la calle principal y terminamos la tarde de nuevo en el Fishavi con un karkadé frió y escuchando música tradicional de un grupo con una guitarra y un tambor pandereta.

 

      Volvimos pronto al hotel (taxi, 40 LE) a preparar la maletas para la salida del día siguiente. Cenamos en otro restaurante cercano, el Estoril, junto al Felfela. Bastante mas barato pero con cerveza y tabaco y terminamos la noche en el bar del hotel con un café y la ultima copa egipcia. Así de rápido se pasó el ultimo día en Egipto. Fiel a nuestra filosofía de no tener prisas, ese día no madrugamos, desayunamos tranquilos, paseamos, tomamos café y fumamos sin prisas y caminamos por las calles solo mirando las fachadas y los edificios. Esto se acaba.