Día 4. 29-08-09 Petra

     Avisados quedáis: pongo muchas fotos de Petra. Es la guinda del viaje y se lo merece, pero ni una sola imagen, ni la mas preciosa de ellas le hace justicia. Esto que hay aquí hay que verlo, hay que pateárselo, sudarlo y si es posible permanecer mas del día completo que normalmente se está, porque siempre encontraras algunos rincones sorprendentes no visitados.

     El principio de todo es el centro de visitantes, una explanada desde donde parten todas las excursiones, es donde se ultiman los detalles y se compra lo que puede ser necesario, esa primera botella de agua, algún bastón auxiliar etc...  Un poco mas adelante se encuentra la verja de la entrada junto a un lecho normalmente seco de un río. En la otra orilla pacen tranquilos algunos caballos que se utilizan para recorrer los casi mil metros de pista arenosa, un poco en descenso, que nos separan del Sik.

     Allí se empiezan a ver los cubos Djin y las primeras tumbas.

     El Sik es un desfiladero estrecho con paredes de piedra que en algunos trechos casi no dejan pasar la luz. El hecho de que, a veces, los tramos de un lado y otro puedan superponerse dan una idea del origen sísmico de la quebrada, luego, el viento y el agua socavaron el terreno y le dieron forma

     Pequeñas tumbas siguen apareciendo de vez en cuando y casi al final, un detalle curioso, una fila de camellos esculpida en la piedra con su camellero aunque solo se vislumbran algunas siluetas.

     Y al final, el monumento cien mil veces fotografiado, el tesoro.

     Al final del desfiladero, se abre un camino hacia la derecha y, a su principio se encuentra la fachada mejor conservada y mas impresionante del conjunto, la llamada "el tesoro del faraón".

     Esculpida horadando la roca ha soportado vientos, aguas y terremotos y ha llegado hasta nosotros después de 2000 años.

     No hay salida posible hacia la derecha del tesoro. A su izquierda el camino prosigue a través del llamado sik interior y la calle de las fachadas, con algunas tumbas sencillas y una de las únicas identificadas: la de Uneishu.

     Al final de este camino se abre una gran explanada donde comienzan los restaurantes y tenderetes. Se trata de una de las zonas mas castigadas por agua, vientos y terremotos y por eso conserva rincones donde la piedra maleada forma ondas de mil tonalidades. Es donde comienza la zona romana con el anfiteatro a la izquierda y la calzada romana dando suelo a la gran explanada central. A la derecha y en alto se divisan las tumbas reales.                 

     Elevadas y majestuosas, las tumbas reales forman el frente de todo el bloque de piedra de la derecha. Se trata de cuatro grandes edificios, muy deteriorados, que de estar mejor conservados le harían sombra al tesoro. Para verlos de cerca hay que subir un gran trecho. Nosotros decidimos verlos a la vuelta pero luego ya no nos sentimos con ganas de subir. Son las tumbas de la seda, de la urna, la tumba corintia y algo mas allá, la de septimus florentius.

     El anfiteatro se abre frente a las tumbas reales y dicen que tenia capacidad para 30.000 personas. Desde allí se abre una gran explanada con columnas a ambos lados hasta llegar a los edificios romanos embutidos en otro macizo rocoso donde se asienta otro restaurante y el comienzo de la segunda gran aventura: la subida al monasterio.

     Eran sobre las doce y media de la mañana cuando decidimos abordar la subida al monasterio, era lo que aconsejaban algunas webs, hacerlo por la mañana, y una vez hecho no sé si fue una buena idea ya que todo el trayecto se realiza con un sol de justicia. Afortunadamente en el camino abundan los tenderetes de baratijas, muchos de ellos vacíos pero que proporcionaban una sombra salvadora.

      Tardamos poco mas de una hora en recorrer los varios cientos de escalones, adelantados de vez en cuando, por algunos sufridos burros con comodones turistas a bordo, y con una parada técnica en uno de los tenderetes-bares mas grandes con unas vistas magnificas, donde recobramos fuerzas. Y casi al final, porque no es el final: El monasterio.

     Al contrario que el tesoro, la segunda tumba en importancia de Petra sobresale de la montaña en su parte superior y es aun mas imponente, si cabe. A esa hora, sobre las dos de la tarde, recibía el sol de pleno y su silueta se recortaba como si quisiera salir de la piedra madre.

     Sus dimensiones ganan a las del tesoro pero me pareció como mas burdo, como hecho con menos detalle, de aspecto mas arenoso y menos pulido.

     En un rincón sombrío del restaurante que hay frente a la tumba dimos cuenta de sendos bocadillos de jamón (sacrilegio supremo) que habíamos preparado para la ocasión y que habíamos prometido como mínima protesta antiramadan.

     Pero aun quedaba otro trecho. Frente al monasterio, el camino continua ascendiendo ligeramente hasta llegar a una cortada con varios miradores bien señalizados, cada uno con un pequeño chiringuito. Uno de ellos es el de Maria Eugenia, un personaje recurrente en algunos blogs sobre Jordania, una española casada con un beduino que vende algunas baratijas en un local llamado "el fin del mundo" justo al borde del precipicio.

     Cuando llegué ella no estaba (era de esperar) pero sí su cuñado que amablemente me hizo la foto de abajo. De vuelta al restaurante del jamón aun tuve tiempo para descubrir otra de las maravillas de estos paisajes, el lagarto azul que se paró frente a mi para dedicarme un saludo.

     Por la tarde, la vuelta del tesoro se realiza en sombra casi en su totalidad (quizás a esa hora convendría subirlo pero quien se arriesga). Pasamos por el triclinio del león que no habíamos visto antes y en poco mas de 40 minutos ya estábamos al pie de las montañas, en el restaurante principal, reuniéndonos para comentar la odisea.

     Y ya mas tranquilamente, la explanada de regreso, salpicada de vendedores, hasta volver al tesoro para encontrarlo entra sombras y aun mas imponente, con colores y matices distintos. Aun se merecía algunas ultimas fotos de despedida.

     El hotel asignado en Petra era el Beit Zaman, un alojamiento imitando a los pequeños pueblos del desierto con edificaciones bajas y rusticas pero muy confortables. Un bonito hotel pero algo retirado del centro del pueblo y de la calle principal junto a la entrada de Petra donde radica todo el bullicio nocturno.

Nuestro autobús y nuestro guía en Petra, muy puestos para la ocasión.