Día 5. 30 de Agosto. Wadi-rum

El desierto de Wadi-rum es una inmensa planicie de tierra rojiza salpicada de riscos de formas caprichosas esculpidas por el viento y el agua a caballo entre Petra y Aqaba.

 

     La mañana la aprovechamos para dar una vuelta de reconocimiento por la zona en vehículos todoterreno. Con paradas en un cerro con vistas impresionantes, una gran duna que algunos intentaron subir, una jaima enorme donde tomamos té junto a una gran pared de piedra con pinturas y grabados muy antiguos  y otro risco curioso donde permanecen esculpidas unas caras que quieren ser Lawrence de Arabia y una mujer sin identificar.

 

      El almuerzo lo hicimos en uno de los campamentos mas bonitos de todo el lugar aunque no era el que luego teníamos asignado para dormir.

     La mayoría de los campamentos se sitúan alrededor de una montaña y muchos comparten depósitos de agua y generadores de electricidad. Cuando llegamos al nuestro era bien entrada la tarde y solo tuvimos tiempo de darnos una buena ducha al pie de la montaña y de reposar un poco en espera de la siguiente aventura del día.

     La ultima excursión tenia como excusa ver la puesta del sol en el desierto pero aun nos dio tiempo de adentrarnos en una duna con vistas impresionantes, ver una pequeña cueva y algún arco de piedra y recorrer un pequeño lago seco que incluía una demostración de la obtención de detergente natural con las ramas de un arbusto.

     Para luego contemplar una puesta de sol gratificante aunque un poco insulsa por la falta de nubes.

       Una cena con cordero cocinado enterrado en la arena y una sobremesa de risas, cánticos y bailes beduinos despidió el día en el desierto. Ya solo quedaba la tranquilidad y el reposo de Aqaba y la vuelta a Amman para las ultimas visitas.