LA LLEGADA

    

     Habíamos pagado algo mas por un asiento preferente y por eso el vuelo de ida mereció la pena (no tanto, el de vuelta), la acomodación espectacular en un avión de la compañía Pullmantur (imagino que subarrendado a Air Comet), en un sillón enorme que se transformaba en una cama comodísima. Tal como íbamos resultaba sencillo hacer algunas fotos a través de la ventanilla justo antes de aterrizar.

    

Cuando llegamos ya era noche cerrada, tan solo nos dio tiempo de establecernos en el hotel y de un breve reconocimiento por los alrededores.    

     En un par de minutos llegamos al Rockefeller Center, un conjunto de edificios con algunas curiosidades famosas, una estatua del gigante Atlas (con el mundo a cuestas), una pequeña plaza que sirve de pista de patinaje en invierno y ahora era un restaurante coronado por otra estatua dorada muy famosa (justo donde se coloca el gran árbol de navidad invernal, plagado de luces) y el Top of the Rock, un mirador en el edificio mas alto de los Rockefeller y al que decidimos subir ya que no había demasiada cola.
     A la entrada un gran panel con una explicación de cada uno de los grandes edificios que se pueden ver en todas las direcciones y una vez arriba, el gran espectáculo de luces que supone. La primera mirada a la imponente ciudad a tan solo un par de horas de llegar te deja sin respiración.

 

     Al día siguiente teníamos la excursión incluida en el paquete turístico, la del Alto y Bajo Manhattan.