Una pequeña escapadita  a Paris en diciembre del 2015, pleno invierno, aprovechando unos días que conseguimos librar del trabajo.

     Desafortunadamente Maribel, mi mujer, se rompió un dedo del pie unos días antes del viaje por lo que tuvo que ayudarse de una muleta. En realidad esto tampoco supuso un gran problema sólo que los traslados los hacíamos un poco mas lentos.

       El primer día llegamos mas bien tarde a la ciudad, solo tuvimos tiempo de trasladarnos hasta el apartamento que habíamos alquilado (a medio camino del Sacre Coeur, en la parada de metro Goncourt, justo al lado de la Plaza de la Republica) y a reconocer un poco la zona y el apartamento.

 

 

  Para la mañana siguiente teníamos contratado el tour gratis de Sandemans. Aunque nos retrasamos bastantes veces, el tour fue muy ameno. Recorrimos mucha parte del centro entre las explicaciones del guía de la construcción de la ciudad y algunas anécdotas reales.

    Comenzamos en la plaza de San Miguel parando junto a Notre Dame, recorriendo pasajes junto al río y atravesando algunos puentes, incluido el de los candados, rodeando el Louvre y llegando hasta las zonas de edificios nobles que están junto al museo. Luego atravesamos la tullerias para terminar en la plaza de la Concordia. Eso nos llevo toda la mañana.

 

 

    Almorzamos en un restaurante muy moderno por consejo del guía, ensaladas y algún bocadillo saludable con pan integral, lechuga, queso, tomate y chopped.

    Luego, ya por nuestra cuenta, pasamos por la Madelaine donde no entramos y volvimos por nuestros pasos para recorrer los campos eliseos. La ambientación navideña ya estaba colocada y decenas de puestos con comida, bebida y detalles de Navidad estaban colocados a uno y otro lado de la gran avenida. En estos días de diciembre la tarde casi no existía, la noche se nos caía muy pronto y el frió parisino se hacia notar.

    Los traslados en metro ya los teníamos solucionados con la tarjeta  Navigo Decouverte que por poco dinero nos solucionó el trasporte toda la semana, incluso la ida y vuelta al aeropuerto y a Versalles. La entrada a los museos y monumentos también controlada con la PMP (Paris Museum Pass).

 

 

     El día siguiente, miércoles 3 de Diciembre comenzamos el tour por la cité. Por diferentes causas llegamos a la Santa Capilla pasadas las 11 de la mañana aunque estuvimos el tiempo suficiente para deleitarnos con sus magnificas vidrieras.

     La siguiente etapa fue Notre Dame. En el interior no nos paramos demasiado. Un rápido recorrido por los laterales y alrededor de la capilla, algunas fotos a una maqueta de la catedral con algunos detalles de su construcción, escribir algún deseo para el próximo año y depositarlo en una gran urna de cristal. Y otra vez afuera para subir a las torres.

    No había demasiada gente delante de modo que muy pronto estábamos recorriendo los estrechos pasillos junto a las gárgolas y observando Paris a nuestros pies. Sin embargo, nos tuvieron retenidos mas de media hora sin poder subir a la siguiente altura ni dar marcha atrás  porque, luego nos enteramos, alguien se mareó en el nivel superior y tuvieron que ir a rescatarlo. Cuando bajamos, por fin, ya daban las 2 de la tarde. Toda la mañana para sólo visitar la isla de la cité.

 

 

    Sin pensarlo mucho, pillamos el metro hasta el Sacre Coeur y nuevas vistas desde la alturas, en Montmartre, al otro lado de la ciudad. Los traslados en metro no siempre eran todo lo rápido que queríamos, algunas veces los pasillos interiores eran largísimos, autenticas catacumbas con caminos interminables. Si tenias que recorrer 2 paradas, a veces era mejor ir por arriba que por los recovecos y escaleras (casi nunca mecánicas) del metro.

     La basílica por dentro es mas bien escueta, sus paredes no están recargadas, pero por fuera es imponente y las vistas desde allí son magníficas.

 

     Salimos por detrás para buscar la plaza de los pintores (plaza del Tertre), una pequeña y coqueta placita rodeada totalmente de cafés y restaurante y con varios pintores arremolinados en su interior pintando y, sobretodo, vendiendo su mercancía. Como pueden ver en el video, una estampa totalmente turística. Almorzamos en un restaurante cercano.

     Bajando la calle nos adentramos en el barrio de Amelie (la película). Ya vimos el tiovivo y ahora tocaba el turno a la cafetería. Como no podía ser menos cayó un café parisino que como casi siempre en estos sitios fue carísimo.

     Callejeando llegamos al Moulin Rouge. Algunas fotos desde la pequeña plaza donde se encuentra (frecuentada por jóvenes pequeños delincuentes que esperaban algún descuido) y derechos a la Torre Eiffel donde habíamos reservado una visita nocturna.

 

     De noche, la torre lucía con todo su esplendor. Como teníamos reserva tardamos lo justo en subir, solo algún problema con la muleta que se solucionó hablando con el responsable de la entrada. Estaba nublado (como casi toda la semana) y todavía cayeron algunas gotas pero esto no afeaba el ambiente en absoluto.

     Las vistas del Paris nocturno no desmerecían. Todo plagado de luces que brillaban hasta perderse. Cada hora la torre nos regalaba un espectáculo de fogonazos brillantes que duraba algunos minutos pero desde dentro casi no se apreciaban.

     Subimos hasta la tercera planta donde brindamos con champan por nosotros (y por la paz del mundo, yo siempre brindo por la paz del mundo). Por si a alguien le interesa son 12 € por copa pero, que demonios, estábamos allí, en la cima del mundo y éramos felices.

    Desde allí a Goncourt, nuestra parada. Esa noche dormimos a gusto.

 

 

     Jueves 4, tocaba Versalles. Tampoco era cuestión de madrugar de modo que cuando llegamos a las puertas del palacio pasaban de las 12.

    Para llegar utilizamos la Decouverte que nos daba acceso en tren y luego de llegar a la parada adecuada, que no me acuerdo cual es, todo es fácil, solo hay que seguir a la marea humana que va delante, porque todos van al mismo sitio.

     El pabellón derecho de la fachada, como lo veis, en obras, solo que aquí, por encima de los andamios, ponen un mural para dar el pego. Bueno, es un detalle.

     Algunas fotos en el exterior y a pagar la entrada y dejar mochilas y palo selfie (están prohibidos dentro) en la consigna y para adentro, a recorrer pasillos y estancias con cuadros inmensos y techos coloridos pero casi sin muebles hasta llegar a la sala principal, la de los espejos, espectacular pero un poco descolorida por la gran afluencia y eso que es jueves de diciembre, no me quiero imaginar esto en los meses turísticos.

 

 

     Salimos, recogimos los bártulos de la consigna y a ver los jardines.

     Si lo llego a saber no paso de ahí. Como los jardines son tan inmensos (llevaba mapa) pillamos el tren que llegaba mas o menos al centro, rodeando por la parte derecha. 7 euros cada uno.

     Cuando llegamos, la decepción. Los supuestos jardines no son mas que muros de zarzas secas y muertas sin ningún atractivo, las fuentes estaban o sin agua o en obras y todas las estatuas estaban ocultas con un toldo. Eso si, en pie quedaban algunos carteles que señalaban a kioscos de bebidas o toilets portátiles que luego no existían. Comimos unos bocadillos que teníamos preparados en un frío banco junto a estatuas tapadas y árboles secos enmarañados, he visto cementerios mas alegres.

   En fin, un paisaje invernal sin ningún encanto que ni avisan ni difunden (incluso en los foros, que me los he mirado todos). No dudo que en primavera estén preciosos pero en esta época deberían estar cerrados o, por lo menos avisar de lo que te vas a encontrar. Dinero, maldito dinero.

      Pero hay más. A la vuelta, la estación estaba cerrada por huelga y nos hicieron recorrer mas de 5 Kms. Una hora andando, hasta la siguiente estación (recuerden que mi mujer estaba con muleta).

     En fin, que de la excursión a Versalles no tenemos demasiado buen recuerdo, de modo que ni me la nombren.

 

 

     Cuando llegamos a Paris ya era noche cerrada. Fuimos a la Opera Garnier con intención de visitarla pero ya era tarde y para colmo la otra vez que quisimos visitarla, el sábado, estaba excepcionalmente cerrada de modo que nos quedamos sin verla. Por fuera, desde luego, es preciosa. Esa noche nos refugiamos en las cercanas Galerías Lafayette que también son una atracción. Creo recordar que cenamos en el apartamento.

    No es mala idea eso de alojarse en apartamento en lugar de hotel. Sale mas barato, con mas libertad a la hora de preparar desayunos y cenas y puedes tenerlo en el barrio que mas te interese. Este en particular estaba bien situado, a un metro de la entrada del metro, tenia un wifi aceptable y además (y esto es raro) un teléfono fijo gratis para llamar a cualquier sitio del mundo a cualquier número fijo. Todas las noches hablábamos largamente con nuestras familias.
     Al día siguiente, el viernes, decidimos dar un pequeño paseo por la ribera del río desde las tullerias hasta el puente de Alejandro III ya que a las 12 teníamos otra nueva cita con la torre Eiffel. En el camino nos cruzamos con un paisano delgado y malvestido que quiso hacernos el timo del anillo pero le despedí con un "vete al cuerno". Era la cuarta vez que nos intentaban timar, otra vez con el anillo frente a la Opera y en el Sacre Coeur cuando aparecieron de improviso varias chicas con papeles para firmar de no sé que ONG. Además otra vez intentaron robarme en el metro, en hora punta, con los trenes a rebosar.

     Llegamos al puente de Alejandro III, imponente y fotográfico con unas vistas preciosas de toda la ciudad. Ideal para un buen selfie.

 

     Desde el metro, salimos a la superficie por la parada de Trocadero y como teníamos tiempo de sobra se nos ocurrió tomarnos un café en la placita frente a los jardines. El sitio era guapísimo, parisiense a tope. Hasta en el precio: 12 € por dos cafés, eso si, una jarra de café negro hirviente y otra mas pequeña con leche. Ahí la tienen, se llama Patisserie Carette. Normal.

     Desde arriba otra vez las vistas gloriosas de la ciudad. Esta vez almorzamos unos bocadillos en un pequeño establecimiento de la segunda planta y andamos por el suelo de cristal que creo que colocaron hace poco.

 

     Y como era viernes y los viernes el Louvre cierra tarde, pues al museo, para empaparnos de historia. Como no, empezamos por las fotos de rigor en las pirámides de fuera y de dentro, algún selfie desde fuera y un reconocimiento del terreno.

    Los edificios son grandiosos, enormes por fuera y sobretodo por dentro, con salas, repletas de cuadros y estatuas, una tras otra, donde no es difícil perderse incluso con mapa. Nos recreamos con la Victoria de Samotracia, preciosa, el código de Hammurabi y las salas egipcias, asirias y persas. Y como no, la joya de la corona, La Gioconda, a la que puedes hacerle mil y una fotos sin que te reprendan, no como otros museos que yo conozco.

     Cuando salimos ya solo tuvimos tiempo de comprar algunas viandas en un supermercado cercano y a cenar a casa, al apartamento.

 

 

     Sábado por la mañana. Fuimos a la Opera pero la encontramos cerrada, de modo que al metro con dirección al arco de triunfo en la plaza Charles De Gaulle. Sin embargo tuvimos que salir a la superficie precipitadamente para buscar un baño.

     Salimos a la altura de la plaza de la Concordia y allí mismo sin buscarlo estaba el restaurante Maxim's y junto a él la cafetería Minim's donde nos tomamos el café mas barato de Paris, solo 1,65, ahí queda eso, y con unos toilets impecables. Quien lo hubiera dicho (lo del precio del café no los toilets).

     Y por fin llegamos al Arco de Triunfo, enclavado en una plaza enorme con doce calles radiales y cientos de coches orbitando a su alrededor a velocidades supersónicas, menos mal que un pasadizo subterráneo te evita el mal trago de cruzar.

     Primero paseamos a su alrededor y lo fotografiamos desde todos los ángulos (video-selfie incluido), luego subimos por el ascensor aprovechando la muleta de Maribel que para algo tenia que servir. Ya arriba, mas fotografías y videos, el día se abrió y pudimos ver cielo casi por primera vez en el viaje. Debajo tienen las doce avenidas representadas y por separado las mas famosas: Los Campos Eliseos que dan a la Concordia y la Avenida de la Armada que da a la Defensa. Las dos, preciosas.

     El edificio, imponente, dejando a un lado que en él están grabadas todas las batallas ganadas por los franceses y pueden verse señaladas algunas ciudades españolas.

 

 

     Para almorzar buscamos un restaurante justo en el otro lado de la ciudad, en la cité, ya que teníamos reserva en un barco del Sena y era el último día para aprovecharlo (ya fuimos el miércoles pero el barco no salió por falta de afluencia).

     A las cinco y media tomamos el barco. La empresa era Las vedettes de Pont Neuf que te llevaban hasta la torre Eiffel y luego volvían dando una vuelta por la cité hasta el punto de partida.

    Las vistas desde el barco también merecen la pena pero difíciles de fotografiar por la velocidad y la escasez de luz. Un paseo agradable y sin demasiado frío.

     Nos despedimos del sábado y de Paris en una cervecería de la plaza de San Miguel con las luces de Notre Dame enfrente y la quietud del río a un lado. Hora feliz: dos cervezas por una. Se agradece.

 

     Estas son algunas cosas curiosas de la ciudad que pasaron por mi cámara:

    Una fila interminable de motos de policías justo al lado de Notre Dame, la cúpula ornamentada para navidad de los almacenes Galerías Lafayette, la estatua de la plaza de la Republica, centro neurálgico de las manifestaciones de todo París, estaba a una parada de metro de nuestro apartamento. La parte trasera de la Opera Garnier tan bonita como la delantera y la portada de Maxim's.

     Y eso fue todo lo que dio nuestra semana en la Ciudad de la Luz (aunque ciertamente en diciembre esté un poco a oscuras).

     Nos quedaron por ver muchas cosas, el Museo D'orsay, Los Inválidos, El Panteón (que está en obras), el Museo Pompidou, La Defensa, etc... y sobretodo perdernos por callejuelas de los barrios o recorrer jardines con historia pero no había tiempo para todo. Quizás volvamos alguna primavera, la ciudad tiene que parecer distinta en esa estación y de paso nos quitamos la espinita de Versalles.

     Contentos con la primera experiencia del apartamento, te permite cierta libertad que no tienes en el hotel, desayunos y algunas cenas que liberan un poco el presupuesto y, si están bien situados, un centro de operaciones inmejorable.

     Termino con la última imagen de la ciudad, la torre desde el río. La mejor postal.

     Salu2.