Después de mucho buscar, encontramos un macrohotel muy bien valorado en paginas especializadas, el Grand Palladium. Un conjunto de 4 hoteles unidos en una zona indiferenciada entre ellos, con amplios jardines, una barra de playa amplia, varias piscinas y restaurantes, spa y zonas deportivas.

 

     Este es el mapa que te proporcionan cuando arribas al hotel, en el se detallan claramente las cinco grandes piscinas interiores (algunas con bar), la zona deportiva, los dos anfiteatros con actuaciones nocturnas variadas, los restaurantes generales y los temáticos, el spa, el casino, las distintas recepciones y, por supuesto, los bloques de habitaciones.

     Al llegar te colocan la consabida pulserita que te da acceso a todo el hotel.    

     Al principio no es difícil perderse porque las caminos pueden ser muy intrincados, pero una vez conocidos, los desplazamientos por el hotel son rápidos y no te lleva mas de 10 minutos ir a cualquier lado. De todas formas, un pequeño trencito eléctrico recorre el recinto continuamente con abundantes paradas.

     En esta época, el hotel se viste de navidad y abundan los belenes y los árboles adornados con bombillitas (resulta curioso para nosotros acostumbrados a las frías navidades de España).

     Son varios los restaurantes a los que puedes dirigirte pero algunos tienen diversas peculiaridades:

     Los restaurante Arrecife y La uva sirven comida buffet y tienen terraza de fumadores lo que es de agradecer para quienes tenemos ese asqueroso vicio.

     La mayoría de las cenas las hicimos en el restaurante Catedral (buffet) o en los 3 cercanos restaurantes temáticos, La Cantina Mariachi con comida mexicana, el Bambú con comida asiática y el Quijote de comida española. Estos tres son restaurantes a la carta donde los hombres no pueden asistir en pantalón corto, además ya no es necesaria la reserva (al menos en invierno) y si vas y no tienes sitio te proporcionan un busca y esperas en un cercano bar donde te llaman cuando tienes mesa (a nosotros nunca nos pasó). Casi siempre tras la cena asistíamos al espectáculo nocturno (de 22 a 23) para luego explayarnos en la discoteca.

     Los desayunos y algunos almuerzos en El Bejique, junto a la gran piscina central, donde también tienen un bar acuático. Allí también tomábamos el cafetito de las tardes y algunos combinados después. Los demás restaurantes ni los pisamos.

     Las mañanas las pasábamos en la playa pero las tardes eran para la gran piscina central junto al Bejique. El bar acuático era regentado por un personaje muy peculiar: el Tiburón, dominicano típico, amable con todo el mundo y un poco chulesco, con esa bravuconería típica de estos isleños. Desde aquí un saludo.

     Una mención especial para la playa. Algo escasa de espacio de arena, abundan las tumbonas aunque es difícil encontrarlas libres cerca de los seis chiringuitos de bebida (a pesar de todo casi siempre desiertos). Un par de campos de volley-playa y la zona de botes de la marina completan el panorama.

     El agua, un poco revuelta por los vientos y no excesivamente caliente. Y el cielo, casi siempre nuboso, demasiado de vez en cuando, nos obsequiaba con un pequeño chaparrón tropical que apenas llegaba a mojar las toallas.