CRACOVIA

     Cuando llegamos a Cracovia ya era noche cerrada. Después de informarnos de la dirección del centro solo nos dio tiempo de llegar a la gran plaza y cenar en un restaurante de turistas. La iglesia, iluminada, prometía muchísimo.
     Al día siguiente, comenzamos la visita panorámica de la ciudad por la colina de Wawel donde se asientan el palacio real y la catedral del mismo nombre, ambas muy bonitas aunque la catedral me pareció un batiburrillo de torres y cúpulas de varios estilos arquitectónicos. Dentro no dejaban fotografiar.

     Como curiosidades, bajo la colina, un dragón de metal expulsa fuego por la boca cada cierto tiempo a las puertas de una gruta que va a parar al castillo y una vez arriba dos huesos de ballena cuelgan como reliquias en la puerta de entrada de la catedral.

     Continuamos atravesando el Vístula para adentrarnos en el centro antiguo.

     Los edificios antiguos, universidades, iglesias y plazas se suceden en un recorrido sinuoso cuyo centro es la gran plaza del mercado. Abundan por todas partes las referencias a Karol Wojtila, el Papa Juan Pablo II.

     La estrella de la ciudad es la Rynek Glówny, la plaza del mercado, la mayor plaza medieval de Europa. En ella se encuentran la torre del ayuntamiento, un monumento dedicado a Adam Mickiewicz, la iglesia de San Adalberto, el mercado de los paños y la basílica de la Virgen Maria con sus dos imponentes torres.
     Solo entramos de paso en el Mercado de los Paños. En realidad ahora es una sucesión de tiendas para turistas con todo tipo de artículos. Esta es la única foto que hice por dentro.
     Mención especial merece esta iglesia que preside la plaza. La tradición dice que fue construida por dos hermanos y cada uno se encargó de una torre, el que hizo la menor, mató al otro por celos y luego se arrojo de ella.

     Desde la torre mayor, cada hora se celebra el famoso toque de corneta de la melodía interrumpida, cuatro veces, a los cuatro puntos cardinales.

     Por dentro, la basílica es impresionante, destacando el retablo de 11 metros de altura que se cierra como un diptico. Pero mires donde mires hay algo que te llama la atención.

     Cerca del hotel, en pleno barrio judío, aun permanece la famosa Fabrica de Oscar Schindler, que inmortalizara Spielberg.
     La última noche que permanecimos en Cracovia, nuestro guía nos obsequió con un concierto con cena en un restaurante judío. Fue un gran colofón a la visita de la ciudad.