Bangkok

         Bangkok es una inmensa ciudad con un caótico tráfico en horas punta. El centro turístico se encuentra a las orillas del río Chao Phraya que es su verdadera arteria principal.  En esa zona están la mayoría de los grandes hoteles, enormes y lujosos mastodontes entre calles de varios carriles y, de vez en cuando, alguna tienda viejísima o alguna calle, atestada de comerciantes, con tendidos eléctricos impenetrables y un hedor insoportable. Las avenidas soportan una jauría de coches y motocarros (los llamados tuk-tuk) que la colapsan en un sentido por la mañana y en el contrario por la tarde. El ambiente esta cargado de un espeso humo irrespirable, guardas con mascarillas hacen lo que pueden por la circulación y en casi todas las esquinas hay tenderetes de alimentos variados, extraños, cocinados allí mismo y dispuestos en grasientas bolsitas de plástico.

        Pero toda ella es encantadora. La gente es pequeña, menuda, siempre sonriente y dispuesta a ayudarte.

        Pasamos en Bangkok 4 noches. El hotel era colosal. Un edificio de veintitantas plantas con unas habitaciones magnificas y a sólo 20 minutos andando al mercado nocturno, el Path Pot, auténtico centro comercial del regateo y las compras baratas de artículos de imitación.

        La mañana del primer día nos presentamos las tres parejas que pasaríamos los 18 días juntos, nos reunimos con el guía asignado y contratamos las excursiones para los días siguientes. Aun esa tarde nos dio tiempo para hacer una pequeña gira por nuestra cuenta por el río. Contratamos una barca estrecha y largísima que nos llevó primero a una especie de zoo con algunos animales exóticos del país y un espectáculo de serpientes y luego de dar varias vueltas por los recovecos del río. Nos paramos en el gran Templo de la Aurora (wat arun), una impresionante edificación construida con trocitos de porcelana china que se encuentra dentro de la ciudad al borde mismo del río (es el templo que está en la mayoría de las monedas de 10 bats, de las que ya hablaré luego).

        No pudimos verlo con comodidad porque empezó a llover y el barquero temía que se mojara el motor. De todas formas cuando llegamos al embarcadero el barco no estaba y tuvimos que esperar otro mas amplio y cubierto para volver al punto de partida. Como primera experiencia con la ciudad, con el río y con su gente no estuvo mal. Y además barato.

   Esa noche visitamos por primera vez el mercado nocturno, sólo de reconocimiento, nada de comprar, sólo para ver su amplitud, sus artículos, etc...

   Cenamos en un restaurante un poco "especial" servido por chicos un poco "especiales" y frecuentado por extranjeros, alemanes la mayoría, maduros y con ganas de alguna experiencia un poco "especial". El espectáculo es, cuanto menos, chocante.

   El día siguiente hicimos la excursión obligada (incluida en el paquete del viaje) de los templos del palacio real, el buda reclinado y el buda de oro. Pasamos en estas visitas toda la mañana y dejamos para la tarde el reconfortante masaje thailandes.  Se trata de un masaje por digitopresión, o sea, una paliza que mientras te la dan te quejas muchísimo y luego te deja nuevo.  Yo estuve aliviado de la espalda durante una semana y no tuve ni una sola agujeta (cuando me estaban masajeando pensé que al día siguiente no podría moverme). La experiencia fue en una sala de masajes profesional donde nos llevó el guía (su comisión se llevaría) aunque por algo más puedes pedir masajes en la misma habitación del hotel.

   Esa noche volvimos al mercado nocturno, cenamos en un restaurante en la acera servido por dos bellezas thailandesas (ver foto)  y compramos algunos antojos, esta vez en la zona "dura" del Phat pot, donde abundan los clubs de alterne y striptease y donde se pueden encontrar las mejores gangas.

    En Thailandia lo falsifican todo, gafas, bolsos, zapatos, polos y camisetas de marca, relojes por supuesto, películas en dvd aunque en versión original, de todo a muy buen precio y muy bien manufacturado, pero también hay artículos propios en madera, oro, papel y tela que están tirados de precio. Mi consejo es que compres lo que se te antoje el día que lo veas pues puede que no lo haya en otro lugar, regateando hasta la extenuación ya que no es extraño que te pidan 10 veces su precio de entrada si te ven cara de americano o alemán, recordando siempre que se trata de productos falsos y que, aunque estén muy bien fabricados, no puede compararse su precio con el original. Quiero decir que es una aventura pagar 15.000 ptas (o 90 euros, o 3.600 bats) por un reloj aunque el original valga 40.000 ya que no tienes garantía de que a los 4 días siga funcionando o que soporte la presión del viaje de vuelta en avión. Mejor paga 2.000 ptas por un rolex corrientito o por unas zapatillas nike de la última ola ó 600 por unos polos de marca falsificados pero de buena calidad. En madera  y papel hay preciosidades y no faltará quien te ofrezca sortijas y colgantes de oro y plata a buen precio. Las zapatillas y los relojes de marca suelen estar en la trastienda no expuestos en los mostradores.

    Al día siguiente hicimos la típica excursión del mercado flotante que incluía además una visita a una fábrica de tallados de madera (muebles, cuadros y otros objetos exquisitamente tallados) y otra parada para ver la gran pagoda, la más grande de Thailandia. También estuvimos en un centro turístico de lujo donde nos ofrecieron una representación de bailes típicos, boxeo thai y exhibición del trabajo de los elefantes. La excursión, bastante completita aunque a la ligera y un poco falta de explicaciones, sobretodo en la pagoda. El mercado flotante,  descafeinado, con más barcas de turistas que de nativos, cientos de vendedores con unos precios de entrada desorbitados y un paseo rapidísimo en canoa que no te deja ver nada y mucho menos fotografiar.

    Por la noche convencimos al guía para que nos llevara a un espectáculo porno (clandestino), punto. Y luego nos despedimos de una pareja sevillana (Rocio y Fran un saludo para ellos) que solo estuvo con nosotros un día y que luego veríamos en la isla los últimos días del viaje, ellos llevaban otro paquete turístico.