Ayuthaya y el río

   Para el cuarto día contratamos en el hotel una excursión a la antigua capital del reino de Siam, Ayuthaya. El viaje partía desde Bangkok en autobús hacia la antigua ciudad haciendo varias paradas por el camino y la vuelta se haría por el río partiendo, luego de comer en el mismo barco, en un recorrido de vuelta de casi 4 horas. Lamentablemente las explicaciones del guía fueron en inglés así que la mayoría de las veces, cuando llegábamos a las visitas nos desmarcábamos sigilosamente del grupo y recorríamos el recinto por nuestra cuenta.

   Paramos en el camino en lo que creo que era la residencia de verano de los monarcas Thailandeses, un conjunto de palacios de variada arquitectura donde se podía ver un edificio típicamente inglés junto a otro chino e incluso una especie de faro con una base redonda enorme, todo con jardines preciosamente decorados rodeando a un lago en el que se erguía un pequeño palacio de arquitectura china muy vistoso. Pasamos allí más de una hora haciendo fotos y contemplando los monumentos. A la salida estaban los puestos de souvenirs y los puestos de bebidas junto a los aparcamientos de autobuses. Ese día no había demasiada gente y pudimos pasear tranquilamente por todo el recinto.

   Me dio la sensación de ser una mezcla heterogénea de palacios exclusivamente para la visita turística ya que no vimos monjes excepto en un gran edificio chino donde se realizaban ceremonias religiosas, creo que los demás no se utilizaban para ningún propósito.

   La siguiente parada la hicimos en los antiguos palacios reales en ruinas junto a la misma ciudad. Un conjunto de edificios ruinosos hechos con pequeños ladrillos rojos que daban a conocer el antiguo esplendor de esta ciudad. Abundaban los budas grandes y pequeños muchos de ellos decapitados. Vimos una cabeza de buda atrapada por las raíces de un árbol y un edificio principal dedicado al culto junto al que soltamos pájaros atrapados en jaulas (una costumbre muy arraigada pero que cuenta con muchos detractores).

   De vuelta al autobús y salida para buscar el barco que nos llevaría de vuelta a Bangkok. Paramos para visitar un enorme buda recostado al aire libre, tocado con una enorme sabana color naranja con muchas posibilidades fotográficas (el  naranja debe ser un color sagrado en este país porque abunda en las vestimentas de los budas y los monjes). Luego visitamos un recinto de adiestramiento de elefantes donde les dimos de comer y compramos algunos regalos. Existía la posibilidad de hacer un pequeño recorrido en elefante pero preferimos quedarnos a la sombra del bar y reponer fuerzas con una cervecita fresquita. El calor era sofocante y no se veía una sola nube en el cielo.

   Un reconfortante almuerzo-buffet en el comedor del barco fue el comienzo del viaje de vuelta por el río.

   Desde el interior del barco y al abrigo del aire acondicionado podíamos ver a través de unos grandes ventanales decorados en madera, las casas y fábricas, grandes y pequeñas, que se amontonaban en ambas riberas. Alguna vez nos aventuramos a salir a cubierta pero al calor del ambiente se sumaba el que despedía los grandes extractores colocados en popa y era un suplicio estar fuera.

    El río estaba lleno de vida, en las casi 4 horas de viaje vimos casas, palacios y pagodas desperdigadas en sus riberas, una gran fábrica de  cerveza (singha, la que bebe media thailandia). Grandes plataformas llenas de arena y sal, alineadas como un tren fluvial, recorrían arriba y abajo el río y, de vez en cuando, algún pescador con su pequeña barca, se aventuraba a colocarse justo ante nosotros.

    Cuando entramos en Bangkok volvimos a ver el  templo de la aurora y los grandes hoteles del centro, en uno de ellos desembarcamos y acabamos la aventura.  Era el último día en la capital y esa noche nos reunimos las tres parejas para cenar en un restaurante chino una buena mariscada y para contar lo que cada una había hecho. Terminamos agotando las últimas compras en el mercado nocturno. Al día siguiente volaríamos al norte. Atrás dejábamos el bullicio de la ciudad, el humo y el río sucio.