Las tribus del Norte y los animales

   Nuestro hotel en Bangkok estaba situado en una intersección de 2 grandes avenidas y cada día en el desayuno veía, a través de las ventanas del comedor,  como se arremolinaban las motocicletas cuando los semáforos se ponían en rojo, algunas de ellas con 4 ocupantes. Me propuse hacer una fotografía del espectáculo pero la última mañana en Bangkok nos levantamos a las nueve y ya era demasiado tarde y en ningún momento del resto del viaje tuve la oportunidad de verlo. una lástima y una excusa para volver.

   El circuito de las tribus del norte comprendía 6 noches en 4 hoteles distintos. Pasaríamos la primera noche en el Imperial Mae Ping de Chiang Mai, luego dejaríamos las maletas en ese hotel y con enseres para 3 días partiríamos en una especie de monovolumen de 11 plazas hasta  Mae Hong Song para pernoctar en tres hoteles distintos, dos de ellos tipo bungalow en plena selva thailandesa. Volveríamos a Chiang Mai al mismo hotel para estar las dos últimas noches en el norte. Un viaje con grandes dosis de aventura controlada que incluía paseos en elefante, entradas en varios templos y pagodas, recorridos en barca por los ríos y visitas a varias tribus pintorescas entre ellas la famosa de las mujeres jirafa.

   Chiang mai es la segunda ciudad de Thailandia, es también inmensa pero mucho mas rural que Bangkok. Nuestro hotel tenía todas las comodidades incluido el estar situado junto al mercado nocturno y cada noche agotábamos allí las  últimas horas.

   La primera noche en el norte tocaba la curiosa cena Kanthoke (o algo así), una cena tipo thailandesa tirados en el suelo con espectáculos incluidos, para mi la postura era incomodísima por mucho que me acomodara unos cojines en la espalda, estos chinitos, tan delgados, están en la gloria pero yo, a la media hora ya no sabía como ponerme.

   A la mañana siguiente partíamos en el monovolumen para permanecer 3 noches y 4 días en un recorrido por las montañas del norte. El problema era como organizar una pequeña maleta para llevar ropa y enseres para esos días sabiendo que son en la selva con sus calores, sudores y demás. No recuerdo como pudimos pero lo hicimos.

   Esa mañana visitamos un campo de entrenamiento de elefantes que son un primor, hice fotos al más viejo y a un pequeño retoño de sólo 7 meses. Espectacular el baño de los animales con una fotografía preciosa. Luego visitamos un criadero  de orquídeas y un mercado thailandés donde vimos las distintas clases de frutas exóticas (que ya habíamos probado en Bangkok), saltamontes y orugas fritas, sapos a la plancha ensartados en cañas de bambú y otros bichejos que por allí se comían. La visión de aquello nos debió dar hambre porque  la siguiente foto que conservo (para recordar el viaje me guío por las fotos digitales que conservan el día y la hora en que fueron hechas) es la del almuerzo en un bar a pié de carretera, unos bocadillos fruta y pasteles que nos prepararon en el hotel en una bolsa de picnic. La mitad de las cosas y otras chucherias que compramos las guardábamos para darlas a los niños de las tribus que visitaríamos en esos días.

   Visitamos luego un pequeño templo en un poblado cercano y llegamos al primer hotel bungalow casi oscurecido. De entrada me colocaron en la mano un ejemplar enorme de escarabajo goliat al que estuvimos manoseando hasta que se cansó y se fue volando haciendo un curioso ruido con las alas. La noche fue movida; empezó a diluviar y nos quedamos a oscuras un par de veces en plena cena, eso allí debía ser normal porque cada habitación tenía una linterna a mano y varias velas y cerillas. Terminaba el 31 de Agosto del 2003, estábamos en plena selva y el sitio era maravilloso.

   Me levanté temprano para hacer algunas fotos del hotel y los alrededores. Al parecer el norte está lleno de sitios como aquel, unas pocas cabañas bien acondicionadas y un comedor recepción donde se alojan por poco dinero excursionistas con ganas de aventura en una especie de viaje-trekking que incluye muchas rutas y sendas por la selva en parques naturales protegidos y vigilados.

   A las once de la mañana llegamos al primer poblado y vimos la primera tribu, en plena montaña y aprovechando un claro llano en el bosque se repartían varias casas de madera desvencijadas y húmedas, ni agua corriente ni saneamiento alguno pero con escuela y templo o iglesia.  Compramos recuerdos de tela, bolsitos, correas y sombreros, repartimos cosas a los niños y nos fotografiamos con ellos. Luego fuimos a un parque natural donde visitamos, tras una larga caminata, la cueva del Señor con un pequeño río subterráneo repleto de enormes carpas a las que dimos de comer pequeñas bolitas de pienso, insectos y gusanos secos. Creo que fue allí donde almorzamos. Mas tarde visitamos un templo blanco en lo alto de una colina con una magnífica vista de la ciudad y de su pequeño aeropuerto.

   Se me hace imposible recordar los nombres de todos los templos que visitamos, además de que son nombres difíciles de pronunciar eran tantos y no sólo los más conocidos que tengo que mirar las fotos para rememorar las sensaciones que me produjeron. Todos sobrecogían por su silencio y su solemnidad, excepto quizás el atestado gran palacio de Bangkok.

   Luego bajamos al pueblo a recorrer una lago central donde se ubicaba otro templo con un curioso museo de antigüedades.

   Caída la tarde llegamos al segundo hotel de la selva aún más bonito que el primero. Había empezado a llover pero eso no me impidió darme un buen chapuzón en su coqueta piscina junto al comedor. Este albergue era todavía mas impresionante que el de la noche anterior, estaba lleno de pasillos de madera y esterilla ya que por todas partes brotaba el agua que formaba pequeños riachuelos donde se esparcían trozos de caña de bambú huecas, dispuestas de una forma que se movían y sonaban al pasar el agua a través de ellas, esto daba al lugar un ambiente musical muy curioso. El comedor estaba vestido con cuadros de las rutas a pie que se podían realizar y con murales de identificación de pisadas de los distintos animales que nos podíamos encontrar, los bungalows, muy completos, con una terraza mirando al río de la parte trasera y con todas las comodidades.

   Cenamos casi en familia en el buffet del comedor, compramos curiosos vestidos hechos a mano por una de las tribus y conversamos hasta las tantas con una botella de whisky del país que a mí me sabía a ron. El día siguiente sería agotador.               

   La mañana comenzó con una caminata de una hora por una senda húmeda que nos llevó hasta un gran árbol en medio de la selva. Nos acompañaba un guía y varios perros ,acabamos todos sudando como monos y, con el tiempo justo para  ducharse, recorrer alguna tribu más y almorzar en un restaurante, embarcamos en unas lanchas largas y estrechas a recorrer el río Pay. El día estaba radiante pero a mitad del recorrido nos sorprendió una tormenta que nos dejó empapados (sólo a mi mujer y a mi, los demás no se olvidaron del chubasquero), no pude tirar más que una foto al principio por temor a que se mojara la cámara.

   Luego visitamos a las mujeres-jirafa. Se encuentran muy cerca de la frontera birmana eso explicaba la gran cantidad de militares y los controles que pasamos. En alguna guía leí que esa tribu era nómada y que podía tener varios asentamientos, que sólo se ponían anillas ciertas mujeres nacidas cierto día de luna llena, que si se quitaban las anillas morían y toda una retahila de misterio en torno a ellas. Todo mentira. Quizás antiguamente fuera cierto y protegiera del ataque de los tigres pero actualmente cualquier mujer puede ponerse anillas y tantas como le venga en gana o pueda, se las quitan alguna vez al día para limpiarse el cuello y están muy bien asentadas en una fila de casas que a la vez les sirven de expositor de recuerdos en madera y tela, todo muy organizado para la ocasión. Incluso te dan la oportunidad de vestirte como ellas con anillas falsas para la fotografía de rigor. Pierden por eso parte de su encanto pero aún impresiona la longitud que puede alcanzar o aparentar el cuello de alguna de ellas. Junto a esa tribu se halla otra con las orejas taladradas por gruesas  anillas y colgantes y con las rodillas vendadas con lianas que, a pesar de ser un poco las hermanas pobres de las jirafas también gusta verlas y hasta parecen más auténticas.

   Dejamos con pesar la selva para alojarnos sólo esa noche en un pequeño y encantador hotelito en medio de la ciudad de Mae Hong Song. Esa tarde el pianista del hotel encandiló a las mujeres de la expedición con una selección de canciones españolas (se le coló alguna que otra mejicana) en el confortable y coqueto salón de la entrada del establecimiento.

   Al día siguiente haríamos un pequeño vuelo interior hasta volver a Chiang may pero antes nos esperaba la travesía por la selva a lomos de los elefantes. Fue un recorrido espectacular de hora y media de duración por un paisaje junto al río y a lomos de unos soberbios animales. No se trata del vaivén exagerado que proporcionan los paseos en camello, estos paquidermos andan con una suavidad que las grupas casi no se mueven mientras ellos son capaces hasta de resbalar posando el culo en el barro para descender pendientes de un metro sin el más mínimo sobresalto. La suave lluvia que nos acompañó en algunas zonas de la travesía no hizo desmerecer el espectáculo.

   Esa tarde la teníamos libre así que aprovechamos para llevar la mayoría de las prendas que habíamos utilizado en la selva a una lavandería justo frente al hotel y por la noche visitamos el mercado nocturno. Tan grande como el de Bangkok, algo mas organizado pero más rústico. De todas formas encontramos muy buenas compras.

    El último día completo en el norte lo dedicamos a visitar templos. Primero uno que se alzaba en un monte junto a la ciudad al que ascendimos por un funicular cubierto (al parecer antes corría al aire libre pero hubo un accidente y cayeron varios turistas) y luego bajamos por unas interminables escaleras simulando una serpiente de varias cabezas. Un conjunto de templos precioso con gigantescas campanas y budas dorados por doquier que vimos con impermeables por la insistente lluvia y con mucho cuidado porque el piso estaba muy pulido y resbaladizo.

   El templo siguiente, algo más antiguo y derruido, me recordaba por su estructura la gran pirámide de Chitchen Itza en Méjico aunque coronado con enormes elefantes de piedra. Junto a él, en un colegio cercano, unos niños jugaban al fútbol y unos monjes descansaban a la sombra lo que me proporcionó unas bellas fotos. 

    Mas tarde visitamos una gran fábrica artesanal de sombrillas chinas y otros  artículos de madera y ya de noche, la rutina cotidiana del mercado nocturno y el cargamento de regalos, recuerdos y compras nuestras. Se acababa el norte y la selva y comenzaba la isla y la playa.